El día a día de una
casa de familia, transcurre entre la cotidianidad y las rutinas que muchos
pueden tildar de aburridoras pero que quienes estamos en ella, sabemos que los
niños las necesitan para poder encontrar un norte claro y conocer también el
manejo del universo, mientras ellos exploran por su parte millones de otros
aspectos.
Los hijos, son en
gran parte una carga genética de sus progenitores, pero ellos también merecen
el crédito de apropiarse de gustos y de experiencias propias, en donde los
padres podemos orientar pero no interferir. Para estar presentes en su vida, en
sus recuerdos y orientarlos, necesitamos dedicarles tiempo. Pero nuestro tiempo
no puede ir de la mano con el celular mientras revisamos el WhatsApp o
escribimos un mail, necesitamos estar con ellos en cuerpo y mente, para que
sientan que valoramos sus ideas, sus emociones y atendemos a sus necesidades
por minúsculas que parezcan. Con esto no digo, que debemos ser padres o madres
sin vida propia, que solo respiran y viven por sus hijos, solamente creo
firmemente que no se puede atender a dos momentos al mismo tiempo; los niños
necesitan tiempo de calidad, tiempo de verdad.
Cuando veo a mi
hija de 5 años, con la cual he estado desde que nació, decisión propia apoyada
por mi pareja, experimento lo que significa estar en su proceso de crecimiento,
enseñarle a probar sabores en las diferentes comidas del día, ver sus primeros
pasos y leerle sus cuentos favoritos dependiendo la edad o el momento que
atraviese, esto no deja de lado el papel del padre quien a estado comprometido
con la crianza desde el día que se concibió. Obvio, el sale a trabajar desde
temprano, pero evidencio su compromiso, cuando a las 5 de la tarde, se entrega
a la familia en cuerpo y alma, se despoja del celular y disfruta de las
historias de Antonia en el colegio, de sus experiencias en el parque a la hora
del recreo o sencillamente cuando le da un abrazo porque algo no salió como
ella esperaba.
Acompañarla en sus
juegos, en sus experiencias o simplemente apoyarla desde lejos, siempre atentos
de su bienestar, nos ha permitido involucrarnos en su vida, conocerla y
permitirle también desarrollar sus gustos, aprender a jugar sola y a compartir
con otros niños de su edad o de una edad mayor, atender sus necesidades cuando
se siente desorientada o ver desde la barrera como soluciona sus problemas de
adaptación al jardín, colegio o espacio nuevo que pisa.
Los hijos, son como
dice la canción de Presuntos Implicados, nuestro pequeño tesoro, que al igual
que cualquier mamífero, necesita de cuidados y de independencia de acuerdo a su
edad, pero que mejor que ir de la mano de sus padres conociendo el mundo y lo
maravilloso que este contiene, forjando memorias de lugares, sabores y olores y
recreando una personalidad que esta en constante formación.
Disfrutar en
familia nos ayuda a fomentar la comunicación, crear lazos que se fortalecen a
través del tiempo y que nos ayudaran a enfrentar la adolescencia, sin llegar a
ella como seres extraños en la vida de nuestros hijos. Los padres somos los
pilares primarios, el referente primordial en los primeros años de vida, así
que si nos permitimos disfrutar del tiempo juntos, creamos canales de
comunicación y les validamos sus sentimientos y pensamiento, estaremos criando
niños seguros y amorosos, niños con limites y con respeto por los demás.
Abramos el espacio
del juego y démonos el tiempo necesario para aprender a compartir con nuestros
hijos, les puedo asegurar que en un tiempo recogeremos el fruto de lo sembrado
en los primeros años.
Laura Cruz
Magister en Literatura
y mamá de Antonia
0 comentarios:
Publicar un comentario