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¿DÓNDE DEJAMOS A LAS EMOCIONES?

Unknown
EL CUESTIONAMIENTO
En mi ejercicio como psicóloga y siendo herramienta para cambiar la vida de niños y familias, he encontrado algo preocupante, algo que como adultos olvidamos o subvaloramos y hoy me siento a reflexionar con ustedes, cuestionándome si como adultos nos estamos equivocando y estamos llevando a nuestros hijos a un mundo donde está mal expresar las emociones, donde solo queremos verlos felices, obedientes y tranquilos; y castigamos o establecemos consecuencias cuando expresan rabia, tristeza, miedo.
Las familias llegan buscando apoyo para miles de situaciones externas: dificultad para relacionarse de manera positiva, problemas de aprendizaje y comportamentales, que afectan a los niños en los diferentes ámbitos donde se encuentran, llegan creyendo que solo los niños necesitan ayuda; sin embargo, de fondo se encuentran emociones contenidas que no se han podido expresar y una cultura familiar que debe ser cambiada.
LA POLÉMICA
¿Por qué creemos que solo las emociones positivas se deben dejar fluir en los niños? ¿Le tenemos miedo a las emociones? ¿Por qué nosotros como adultos si podemos sentirnos furiosos, tristes y con miedo pero los niños no?
Yo como ustedes no quiero ver a mis hijos furiosos, tristes o con miedo; siento que es mi misión como mamá evitarles el dolor y el sufrimiento, sin embargo el mundo de las emociones completo con todos los matices, es el que les va a permitir crear, ser capaces de resolver problemas y dar de si mismos a los demás.
Es fácil de decir pero muy complicado de poner en práctica y de nuevo nos  cuestionamos: corregir o dejar fluir, exigir o dar permiso de sentir, ser neutro o sentir con ellos.

LA REFLEXIÓN
Estuve trabajando con mis pequeños pacientes dos cuentos que me cuestionaron en mi labor como mamá: la rabieta de Julieta y el monstruo de colores; si los leen se dan cuenta de dos puntos importantes:
1.    No solo hablando fuerte y estableciendo consecuencias logramos calmar una pataleta. El papá de Julieta lo logró tomándola de un pie y solo con el contacto Julieta se sintió mejor. Luego no quedó atrás la reflexión.
2.    Nuestros niños tienen una mezcla de emociones peor que la del monstruo de colores y  ya no saben ni que sienten, viven confundidos y como adultos no los ayudamos.
Es así como me pregunto que podemos hacer en casa para que los niños reconozcan las emociones, les demos permiso de sentirlas y así evitar situaciones escolares y familiares donde necesiten a un tercero para manejarlas.

LA CONCLUSIÓN
Tenemos mucho que hacer por y con nuestros hijos:
1.    Seamos papás de carne y hueso, papás que sienten, lloran y sienten rabia, no ocultándonos, demos permiso a nuestros hijos de vernos como seres humanos, no como una especie de Superhéroes espaciales.
2.    Expliquémosles lo que sentimos y porque lo sentimos, abramos espacios de familia para hablar de emociones, dejemos de preguntar ¿cómo te fue? Para preguntar ¿cómo te sentiste?
3.    Cuando nuestros hijos estén furiosos, tristes o en pataleta leamos lo que sienten e interpretemos en palabras, digamos “sé que te sientes triste, furioso, cuando estés más tranquilo hablamos” y darle su espacio.
EL RETO
Abramos la puerta de las emociones, demos la oportunidad a nuestros hijos de vivir sus emociones sin negarlas ni esconderlas. Seamos ejemplo, ellos no nos necesitan como papás tranquilos y felices siempre, necesitan entender la tristeza, el miedo y la rabia a partir de nosotros y lo que vivimos.
Cuidemos siempre esa relación de cercanía, intimidad y comunicación con los niños , compartamos nuestras emociones sin que ellos terminen siendo el lugar donde las depositamos.

BIBLIOGRAFÍA

Lucila Rosa Mejía Londoño “Emociones” 2016

Unknown / Autor & Editor

Angela Maria Velasco. Psicóloga Universidad de la Sabana.

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