Los
niños y ahora cada vez más las niñas admiran
a los superhéroes
y quisieran tener superpoderes y actuar como ellos y nosotros como papás quisiéramos ser
sus superhéroes,
que los rescatan de las situaciones difíciles, les evitan el dolor y el fracaso,
y entre otros, las caídas, golpes, rechazo de sus amigos, problemas cotidianos
y muchos más.
Pero
no solo queremos ser superhéroes para protegerlos de todo lo que les puede
pasar, sino también para que ellos
mismos aprendan a ser superhéroes
que no lloren, no les duela, sean capaces de enfrentar el fracaso, la tristeza
y los retos del camino. Seguimos teniendo una cantidad de herencias en cuanto a
la forma como nos educaron (de las cuales muchas son prejuicios), gracias a ellas creemos que
nuestros hijos no pueden ver:
·
Que
lloramos y estamos tristes.
·
Que
no sabemos todas las respuestas.
·
Que
no solucionamos todos los problemas.
·
Que
muchas veces reaccionamos sin pensar.
·
Que
nos equivocamos y debemos pedir disculpas.
·
Que
no somos los más saludables (nos gustan los helados y los dulces como a ellos).
Todas
las anteriores vistas como cualidades
de un “papá superhéroe”
… pero realmente lo somos? ¿Somos capaces de asumir estas mal llamadas “cualidades”
sin cometer errores, sin equivocarnos? o ¿podemos hacerlo ocultándonos detrás
del autoritarismo o la permisividad.?
Si
tenemos alma y corazón de superhéroes -super poderosos, increíbles-, tendemos a
ocultarnos y caer en extremos peligrosos: o la exigencia por la exigencia o darles gusto para evitarles el sufrimiento; al
final nuestro papel de superhéroes no funciona, en lugar de proteger a nuestros
hijos los estamos enfrentando a la frustración al crearles un mundo que no
existe.
En
cambio que pasaría
si alguna vez:
ü Lloraran delante de sus hijos
porque están tristes o frustrados.
ü Le cuentan que fue un día difícil
y porque lo fue.
ü Son muy fuertes en un castigo o
llamado de atención y les piden disculpas.
ü Tienen una tarde de dulces y
helados en exceso.
Realmente
no pasaría nada más que estar formando a nuestros hijos en un mundo real, donde
equivocarse, expresar las emociones y encontrar la solución a los problemas
hace parte de crecer, vivir y aprender, un proceso que deben hacer nuestros
hijos y nosotros con ellos y no por ellos.
La
invitación es
dejar de creernos los superhéroes, para ser
papás reales
que hemos logrado lo que somos gracias a vivir nuestro proceso, aprender en el
camino, caernos y volvernos a levantar, equivocarnos y volver a empezar; siendo
conscientes que seguimos en continuo crecimiento; siendo conscientes que nuestros hijos con sus preguntas,
crisis y cuestionamientos nos enseñan
cada día algo nuevo; con la doble tarea de acompañarlos a ellos en su proceso,
estar ahí cuando necesitan un consejo, un cuestionamiento o una reflexión.
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