Hoy que empiezo a escribirles, empiezo con una confesión: soy una mujer con dos personalidades (aunque mi esposo sostenga que no son dos, sino muchas más), y lo digo por el reto más grande que he tenido que enfrentar; ser mamá y psicóloga a la vez, cuando muchas veces una no se entiende con la otra, por ejemplo: le doy un consejo para manejo de situaciones con mis sobrinos, a mi hermana, pero por dentro me digo a mi misma; esto no me funciona a mi… ¿porque estoy diciendo esto?… pero mi hermana me cree y lo hace! (lo siento Cata ☹).
La psicóloga habla y
actúa como si se las supiera todas y la otra se enloquece y se “sale de los
chiros” a veces con las pataletas. Soy una mamá como cualquiera y si, puedo
decir “no me las se todas” y a veces
pierdo el control.
Somos mujeres, hijas,
hermanas, mamás y esposas, dentro de muchos otros roles que asumimos cada día y
no tenemos manual para ninguna de ellas, aprendemos en el camino por
experiencias, compartiendo con otras mujeres y poniendo en práctica miles de
estrategias que nos inventamos o que nos comparten, muchas veces juzgando como hacemos las cosas, criticando nuestras
estrategias y haciendo más difícil un camino que por sí solo trae sus retos y
dificultades.
Cuando la empresa de
mi esposo quebró, tuve que vivir un aprendizaje forzoso de pautas de crianza,
manejo de crisis y mantener un matrimonio a pesar de volver a vivir con mi
mamá, quien amorosamente nos recibió a los tres (que luego serían cuatro).
No se imaginan lo que
significa, no una abuela permisiva, sino más exigente que yo con pautas de
crianza que le funcionaron con nosotros hace ya muchos años (nuestras mamás
simplemente no pueden entender que estamos criando niños completamente
diferentes a nosotros mismos); que no entiende la “manera moderna” de
educarlos; sufriendo por la limpieza y el orden de su casa y siendo la abuela
Carreño de los modales. Y además sentir que cada día perdía autonomía,
independencia e intimidad.
Creo que este momento
la psicóloga dejó de existir casi por dos años, para darle paso a la mamá
confundida, que seguía todos los consejos que oía, pero sin ningún fundamento,
que trataba de mediar, solucionar y evitar.
Si me preguntan cuál
fue mi mayor aprendizaje y herramienta para salir adelante sin volverme la mamá
ogro, desesperada por lo que tenía que vivir, ni la obsesiva que no dejaba
crecer a sus hijos, les puedo decir que
lo mejor es, detener el ritmo acelerado al que nos lleva la vida, mirar a los
hijos y aprender a conocerlos.
Entendí que no hay un
manual para ser mamá porque cada hijo es diferente y solo si miramos su corazón
y aprendemos a conocer a ese niño diferente a todos los demás, somos capaces de
educarlos para ser felices y no “niños perfectos”.
Así
fue que descubrí que esta dualidad mama-psicóloga me sirve para ser una mejor
mamá, pero esto
pasa solo a través de la ayuda que el *yo psicóloga* da a las familias y las
personas de su círculo cercano, pues
cuando veo en ellos el reflejo de situaciones que enfrento, pues, aprendo y
aplico.
Así que a partir de
hoy compartiré con ustedes estrategias, triquiñuelas y prácticas de todo tipo, con
la esperanza de que cuando ustedes me cuenten cómo les fue, pueda finalmente
aplicar toda esa “sabiduría” del *yo psicóloga* al *yo mamá*.
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